Había una vez una niña famosa por sus preguntas. Todos los adultos la temían. Tenía el poder de callar a las personas grandes con preguntas pequeñas. Un día conocí a esa niña.
Su madre intentó ponerme en sobre aviso:
- Tiene muchas preguntas - dijo.
- Todos tenemos muchas preguntas - le respondí yo.
- Pero ella te las pregunta todas - continuó diciendo.
- Pues le daré todas las respuestas que conozca y las que no conozca las buscaremos - concluí yo.
La niña se acercó a mi. Me miró a los ojos y me preguntó:
- ¿Todas las preguntas tienen respuesta?
Yo le devolví la mirada y le di una respuesta:
- Claro - exclamé - Si existe la pregunta, existe la respuesta. Solo hay que buscarla y estar atentos para que no se nos escape. A veces las preguntas vuelan por ahí solas, sin respuestas, pero es que las respuestas también vuelan solas buscando su pregunta. Nosotros mismos somos una pregunta, y algún día conocerás a alguien que será tu respuesta y sabrás con certeza, como ahora sé yo, que todas las preguntas tienen respuesta.
La niña frunció el ceño y me dijo:
- ¿Estás zumbada?
Y me dejó sin palabras.
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