in mochiliam


Caminamos por la vida con una mochila llena de sueños, objetivos, preocupaciones, deseos, recuerdos y gente... Personas, todas las personas que se cruzaron por nuestras vidas y nos moldearon, nos cambiaron de sabor, nos añadieron una pizca de pimienta o de comino o de curri, y nos cocinamos en salsas distintas y sabemos a todo eso. Unos estamos más ricos que otros, pero para gustos, los colores, que no a todo el mundo le gusta el atún o la cebolla en la tortilla de patatas. Y cada uno de nosotros sabe a algo.

Pero si ahora mismo me dijeran que sólo puedo comer un plato el resto de mi vida, que elija una única comida, me volvería loca, no sólo porque me gustan muchas cosas, sino porque comer el mismo plato por los siglos de los siglos me parece una pesadilla. ¿Y entonces porque tener una pareja estable? Supongo que lo bueno de las personas es que con el tiempo cambian de sabor, cambian los matices, los olores, las texturas y encontrar el plato de tu vida, señores, puede ser una de las cosas más ricas de este mundo. Y ya me he desviado del tema.

Ayer falleció una de esas personas que llevo en mi mochila, sobre la que contaré anécdotas el resto de mi vida y que como buen maestro de escuela, me condimentó con su pizquita de tomillo. Fumador empedernido, de cara marcada y cabellos con canas, creador de recuerdos en la memoria de cientos de niños, Don Braulio, profesor, mi profesor de matemáticas, el Humphrey Bogart de Las Eras, tirador de patillas y capones varios, contador de hechos más o menos impepinables. Mil gracias por darme ese sabor que siempre llevaré conmigo.

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1 comentarios:

Lou dijo...

Lo siento ...
Es duro perder a gente que has apreciado, querido y de la que has aprendido muchas cosas ... sobre todo a ver que existen infinidad de sabores y colores en el mundo ...

Un beso.

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